Advertisement

La vuelta al trabajo en el crucero había sido una grata distracción para Emily. Los días habían transcurrido como un torbellino de rutina, hasta ahora. Cuando se acercó a una pareja en cubierta, su acalorada discusión llenó el ambiente. Dio un paso adelante, con las bebidas en la mano, dispuesta a aliviar la tensión. Pero todo se detuvo en el momento en que él levantó la vista.

Su cara. Era él. El hombre sentado ante ella era exactamente igual a Luke, su difunto marido, el hombre al que había enterrado hacía un año. La respiración se le entrecortó en la garganta mientras el mundo giraba a su alrededor. No podía respirar, no podía moverse. La bandeja se le resbaló de las manos y cayó al suelo, con un sonido ensordecedor en el silencio que siguió.

Congelada, su mente se agitó. Esto no es real. Pero la presencia del hombre era innegable. Estaba allí sentado, sano, vivo, mirándola fijamente. Sentía que la habitación se cerraba y lo único que podía hacer era mirar, con el corazón palpitante. El suelo bajo sus pies parecía moverse. No. No puede ser él. No puede ser.

Hacía exactamente un año que Emily estaba en el borde del cementerio, sintiendo el peso de la tierra sobre la tumba de su marido. Un año desde que se despidió del hombre con el que creía que pasaría el resto de su vida. Pero la vida, como siempre, seguía su curso. El mundo exterior no se había detenido por su dolor.

Advertisement
Advertisement

Miró su reflejo en el espejo del camarote mientras el crucero se adentraba en mar abierto. El horizonte se extendía sin fin, el sol se reflejaba en cálidos dorados sobre las olas. Pero lo que la miraba no era la misma mujer que solía reír sin preocupaciones. Era alguien vacío, alguien que sobrevivía gracias a la rutina.

Advertisement

Volver al trabajo había sido una decisión difícil, pero se había dicho a sí misma que ya era hora. Hora de avanzar. Hora de dejar de esconderse de la vida. Podía hacerlo. Y por un tiempo, parecía que podía.

Advertisement
Advertisement

Cumplió con sus obligaciones a la perfección: sirvió bebidas, sonrió a los clientes y atendió las peticiones como una experta. La tripulación la acogió calurosamente y empezó a creer que lo estaba haciendo bien. Hasta que empezó a verle.

Advertisement

Empezó sutilmente: la esquina de la cara de alguien entre la multitud, una mirada por encima del hombro en un espejo, un hombre que entraba en un ascensor justo cuando ella se giraba. Cada vez, se le oprimía el pecho. Cada vez, recuperaba el aliento. Cada vez, no era Luke.

Advertisement
Advertisement

O al menos, se decía a sí misma que no lo era. Una tarde se sentó sola en la tenue sala de estar de la tripulación, con los dedos apretando una taza de té que hacía tiempo que se había enfriado. Sus pensamientos no dejaban de dar vueltas. ¿Y si no estoy preparada? La idea le atormentaba el cerebro. ¿Y si he vuelto demasiado pronto? ¿Y si me estoy volviendo loca?

Advertisement

Incapaz de contenerse por más tiempo, encontró a Peter en la cubierta inferior, cerca de las taquillas del personal. Estaba revisando el inventario, con el portapapeles en la mano, cuando ella se acercó. “Hola”, le dice con voz tensa. “¿Puedo hablar contigo un momento?” Peter levantó la vista. “Por supuesto. ¿Qué pasa?

Advertisement
Advertisement

Ella vaciló, mirando a su alrededor para asegurarse de que no había nadie más al alcance del oído. “Creo que he estado viendo a Luke” Peter frunció el ceño. “¿Viendo… como en sueños?” “No. Como en… esta nave. En la multitud. En los reflejos. Sigo vislumbrándolo. Sé que es una locura, pero… parece tan real”

Advertisement

Peter dejó su portapapeles lentamente. “Emily… ¿estás segura de que estás lista para volver? No es fácil cargar con esto, y menos aquí” La pregunta la golpeó más fuerte de lo que esperaba. Se puso rígida.

Advertisement
Advertisement

“Sí. Tengo que estar preparada. Quiero estar preparada. He vuelto porque me niego a seguir estancada. No dejaré que la pena me siga definiendo” Peter asintió suavemente, pero la preocupación persistía en sus ojos. “Sólo prométeme que hablarás con alguien si empeora”

Advertisement

Emily le dedicó una sonrisa tensa. “Lo haré. Gracias, Peter” Se aferró ferozmente a esa determinación mientras volvía al trabajo. Cada bandeja que llevaba, cada intercambio cortés con un huésped, era un desafío silencioso contra la oscuridad que se arrastraba en el borde de su mente. Se estaba haciendo más fuerte. Tenía que serlo.

Advertisement
Advertisement

Esa misma tarde, se fijó en una pareja sentada cerca de la ventana del comedor. Sus voces eran tensas, el hombre se inclinaba hacia delante y la mujer se apartaba. Una discusión, claramente. Emily vio una oportunidad, la oportunidad de redirigir sus emociones, de centrarse en ayudar a otra persona.

Advertisement

Emily había sido entrenada para calmar este tipo de situaciones: ofrecer una copa, darles espacio, dejar que se calmaran. Sabía cómo hacerlo. Podía manejar la situación. Cuando se acercó a la mesa de la pareja, el hombre la miró.

Advertisement
Advertisement

Un escalofrío la recorrió. Su rostro, sus rasgos, tenía algo que le resultaba familiar. La forma en que estaba sentado, la forma en que la miraba, la forma en que su sonrisa se curvaba hacia un lado. Era imposible. No podía ser..

Advertisement

Se le cortó la respiración y, en ese momento, el tiempo se ralentizó. Emily sintió que se le aceleraba el pulso. La bandeja de bebidas se le resbaló de las manos. Los vasos se rompieron en el suelo con un ruido ensordecedor, y ella se quedó inmóvil, mirando fijamente al hombre que tenía delante. Luke.

Advertisement
Advertisement

Su marido. Tenía que ser él. Había visto su rostro tantas veces en sus sueños, en sus recuerdos, ¿cómo podía no ser él? Le temblaron las manos y el mundo a su alrededor empezó a tambalearse. El ruido del barco, las voces de los pasajeros, todo se volvió borroso mientras ella permanecía allí, paralizada por el shock.

Advertisement

“¿Estás ciega?”, le ladró el hombre. Su voz aguda la sacó del trance. “¿Qué te pasa? ¿No ves que hay dos personas sentadas aquí?” “¿Quién es ella?” Preguntó Emily, con voz temblorosa, casi inaudible.

Advertisement
Advertisement

El hombre la miró fijamente, claramente confuso. Arrugó la frente. “¿Qué quieres decir?” “¿Quién demonios es? La voz de Emily se hizo más fuerte a medida que cundía el pánico. Las lágrimas brotaron antes de que pudiera detenerlas. La mujer de la mesa, una desconocida para Emily, se volvió hacia ella, con una expresión de fastidio dibujándose en sus facciones.

Advertisement

“¿Una azafata? ¿En serio?”, se burló. “Vaya, justo cuando pensaba que te daría otra oportunidad” Se levantó y cogió su bolso, como si estuviera lista para irse. “Luke, dime. ¿Quién es ella?” La voz de Emily se quebró. No le encontraba sentido, su mente se aceleraba con mil preguntas.

Advertisement
Advertisement

El hombre volvió a mirarla, con una confusión cada vez mayor. “¿Luke? ¿Quién demonios es Luke?”, preguntó con voz distante. El mundo de Emily se desmoronó. Sintió que las rodillas le flaqueaban y la vista se le nubló por las lágrimas. La mujer que estaba a su lado también miró a Emily, confusa y algo avergonzada.

Advertisement

Se llama George. Llevamos diez años casados” Diez años. El mismo tiempo que Emily llevaba casada con Luke. El suelo bajo ella pareció ceder y, por un momento, Emily pensó que se desplomaría allí mismo. ¿Cómo era posible?

Advertisement
Advertisement

¿Cómo podía este hombre parecerse tanto a Luke y, sin embargo, no ser él? ¿Cómo podía estar pasando esto? Emily corrió. Sus pies golpeaban el suelo, su corazón se aceleraba a cada paso, su mente era un borrón de incredulidad. Ni siquiera sabía adónde iba, pero sus piernas la llevaron instintivamente por los pasillos abarrotados.

Advertisement

No se detuvo hasta llegar de nuevo a la sala de profesores, donde Peter estaba sentado, bebiendo un refresco y ojeando a medias el horario de servicio de la tarde. Casi se derrumba sobre él. “¡Emily!” Peter se levantó de un salto, alarmado. “¿Qué ha pasado? “Es él, Peter”, jadeó ella.

Advertisement
Advertisement

“Luke. Está aquí. Está vivo. Lo vi, y estaba con otra mujer. Y dijo que se llamaba George, pero es él. Te juro que es él” Peter la sujetó de los hombros. “Emily, más despacio…” “No me lo estoy inventando”, dijo ella, con voz firme, aunque su rostro se desmoronaba. “Tienes que venir conmigo. Míralo y luego dime que me equivoco”

Advertisement

Peter vaciló. “Emily… ¿Quieres que te lleve a los aposentos del doctor? Creo que deberías…” “Crees que estoy loca”, susurró ella. “No. Creo que has pasado por un infierno. Pero está bien, si te ayuda, vamos a hablar con él”

Advertisement
Advertisement

Caminaron juntos, esta vez en silencio. Cuando llegaron, George y la mujer seguían en la mesa, más serenos pero aún claramente agitados. George levantó la vista cuando se acercaron, frunciendo ligeramente el ceño. La mandíbula de Peter se tensó en cuanto lo vio.

Advertisement

¿Por qué ese hombre se parecía a Luke? ¿Podría ser una coincidencia? Tenía que haber algo más. ¿Pero qué? Llegaron a la mesa donde estaban sentados George y la mujer. La pareja parecía más tranquila ahora, con la voz baja mientras hablaban en voz baja. George levantó la vista cuando llegaron, con expresión educada pero ligeramente recelosa.

Advertisement
Advertisement

“Hola, siento molestarles”, empezó Peter. “Emily está aquí… está un poco conmocionada. Tenemos que entender lo que pasó. Pensó que eras otra persona” George miró a Emily, su rostro se suavizó con genuina curiosidad. “Siento lo que pasó antes”, dijo, su tono sincero. “No sé qué me pasó”

Advertisement

“Supongo que fui un poco dura. Pero aún estoy tratando de entender lo que acaba de pasar” Emily no sabía qué responder. Todavía estaba tratando de procesar lo que había visto. Sus pensamientos se dispersaban como hojas en el viento. Peter volvió a hablar. “¿Podemos enseñarte una foto? Emily estaba convencida de que eras alguien que conocía, alguien cercano a ella. Alguien llamado Luke”

Advertisement
Advertisement

Sacó su teléfono y le enseñó a George la foto de Luke, una del día de su boda, la que Emily había guardado en un pequeño marco junto a su cama. George cogió el teléfono y frunció el ceño al contemplar la imagen. “Realmente se parece a mí”, dijo George en voz baja.

Advertisement

“Pero no, no conozco a este hombre. Juro que no. Es decir, nos parecemos, claro, pero no tengo ni idea de quién es” A Emily se le encogió el corazón cuando George le devolvió el teléfono a Peter. No esperaba que le confirmara nada, pero una parte de ella esperaba alguna explicación, alguna señal de que aquel extraño encuentro no era más que una confusión.

Advertisement
Advertisement

“¿No tienes ni idea de quién es?” Preguntó Emily, con voz apenas susurrante. Le miró a los ojos, buscando alguna señal de reconocimiento. “No”, respondió George con firmeza, negando con la cabeza. “Ojalá pudiera explicarlo, pero no puedo. No lo conozco” La mujer que estaba junto a George miró a Emily con una mezcla de simpatía y confusión.

Advertisement

“¿Se trata de su marido? ¿El hombre que creías que era?” Emily asintió en silencio. No sabía cómo expresarlo con palabras. ¿Cómo podía explicar el sentimiento abrumador que la había consumido? ¿Cómo podía explicar que su corazón le decía que ese hombre era Luke, pero su mente le gritaba que no podía ser?

Advertisement
Advertisement

George, que seguía mirándola, suspiró profundamente. “Siento mucho por lo que estás pasando. No puedo imaginar cómo debes sentirte. Pero… si quieres, ¿podríamos intercambiar los datos de contacto? ¿Quizá hablar más de esto cuando te sientas mejor?” Emily no sabía qué decir. Miró a Peter, que le hizo un sutil gesto con la cabeza, como diciendo: “Este es el único camino a seguir”.

Advertisement

“Sí. Te lo agradecería”, dijo Emily en voz baja. “Gracias, George” George sonrió amablemente. “De nada. Cuídate, Emily. Y de nuevo, lo siento mucho” Intercambiaron sus datos y, tras unas palabras de cortesía, George y la mujer se levantaron para marcharse. Emily los observó alejarse, con la mente aún en blanco.

Advertisement
Advertisement

Cuando se volvió hacia Peter, sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas. “No sé qué está pasando, Peter. Sólo… necesito saber la verdad” Peter le puso una mano reconfortante en el hombro. “Lo resolveremos, Emily. No estás sola en esto” El crucero continuó su viaje, pero Emily sintió como si el barco se hubiera convertido en una prisión.

Advertisement

Sus pensamientos eran consumidos por el hombre que se parecía a Luke, y no podía deshacerse de la imagen de él, sentado allí, tan vivo y vibrante, con una mujer a su lado. La confusión la carcomía y, por mucho que intentara distraerse con el trabajo, el recuerdo de aquel encuentro siempre la acechaba en el fondo de la mente.

Advertisement
Advertisement

Aquella noche, mientras el barco se mecía suavemente en alta mar, Emily no podía dormir. Su mente volvía una y otra vez a George, al asombroso parecido que tenía con Luke. No podía ignorar el hecho de que George llevaba diez años casado, los mismos que ella llevaba con Luke.

Advertisement

Le parecía un cruel giro del destino. Incapaz de deshacerse de la sensación de que necesitaba respuestas, Emily tomó una decisión. Visitaría a la madre de Luke cuando terminara el crucero. Necesitaba oír la verdad de la persona que mejor lo conocía. Tal vez podría entender cómo todo esto era posible.

Advertisement
Advertisement

Tal vez podría encontrar la paz. Al día siguiente, cuando el barco atracó en el último puerto del crucero, Emily ya había hecho las maletas y estaba lista para partir. Peter intentó convencerla de que se quedara un poco más, pero ella sabía que no podía. Tenía que volver a casa, tenía que enfrentarse al pasado y encontrar las respuestas que la corroían.

Advertisement

Emily llegó a casa de la madre de Luke a última hora de la tarde, con el estómago hecho un nudo. No había estado en la casa desde el funeral de Luke. Le resultaba extraño estar allí de nuevo, pero lo dejó a un lado. Tenía que saber la verdad. Emily estaba frente a la casa de Margaret, con el corazón oprimido por todo lo que acababa de saber.

Advertisement
Advertisement

George, el hombre que había conocido en el crucero, se parecía tanto a Luke que era imposible ignorarlo. Su mente se llenó de preguntas, pero una cosa estaba clara: tenía que hablar con Margaret. La casa estaba en silencio cuando Emily llamó a la puerta, que se abrió para revelar la frágil figura de Margaret.

Advertisement

Sonreía afectuosamente, pero parecía ligeramente cansada, como si el peso de la muerte de su hijo la hubiera envejecido más allá de sus años. Sus ojos, antes vibrantes, estaban ahora apagados por la tristeza. “Emily”, dijo Margaret suavemente, abrazándola. “Ha pasado demasiado tiempo” “Lo sé, Margaret. Te he echado de menos”, respondió Emily, con la voz cargada de emoción.

Advertisement
Advertisement

Entró en la casa y sus ojos recorrieron el espacio que le resultaba familiar. La casa estaba tranquila, demasiado tranquila. La ausencia de Luke persistía como una sombra. “Vamos, siéntate”, Margaret señaló hacia la cocina, donde el olor a pan recién horneado llenaba el aire. Pasaron la tarde cocinando juntas, un tranquilo ritual que una vez había formado parte de la vida de Emily con Luke.

Advertisement

Mientras preparaban una comida sencilla, las dos mujeres entraron en un ritmo fácil, pero los pensamientos de Emily estaban muy lejos. Después de la cena, cuando se sentaron a comer, Emily no pudo contenerse más. Empezó a contarle a Margaret todo lo que había pasado en el crucero: el hombre que se parecía a Luke, la confusión, la conmoción.

Advertisement
Advertisement

Contó la discusión, las lágrimas y el momento en que George había revelado su nombre. Le contó a Margaret cómo no podía dejar de pensar en ello, cómo George parecía tener la misma risa, la misma postura, la misma calidez que Luke. Margaret había estado escuchando atentamente, su rostro ilegible.

Advertisement

Emily esperaba sorpresa, tal vez incluso incredulidad, pero Margaret no dijo nada. Se limitó a observar a Emily con una mirada difícil de leer, inclinándose ligeramente mientras Emily hablaba. A medida que avanzaba la historia, la expresión de Margaret cambiaba y la tristeza de sus ojos se acentuaba. Cuando Emily terminó, Margaret estaba en silencio, con las manos cruzadas sobre el regazo.

Advertisement
Advertisement

Durante un largo rato, Margaret no habló. Emily esperó, con el silencio oprimiéndole el pecho. Finalmente, Margaret se levantó de la mesa y se dirigió a un pequeño cajón que había junto a la encimera. Sacó una foto gastada y descolorida y se la entregó a Emily. La foto era vieja, con los bordes desgastados y los colores desvaídos por el tiempo.

Advertisement

Era una foto de dos bebés en una cuna de hospital, uno al lado del otro: uno con una mata de pelo castaño y el otro con rizos un poco más oscuros. “Luke y Jacob”, dijo Margaret en voz baja, con voz temblorosa. “Nacieron el mismo día, con minutos de diferencia.

Advertisement
Advertisement

Pero tuve que entregar a Jacob. Su padre se marchó cuando se enteró de que estaba embarazada” “Estaba sola, Emily. No podía criar a dos bebés sola. Así que tomé la decisión más difícil de mi vida. Abandoné a uno de ellos”

Advertisement

Emily se quedó mirando la foto, con los dedos temblorosos mientras la sostenía. Volvió a mirar a Margaret, con la mente aturdida por el peso de lo que acababa de oír. “Entonces, George… ¿es el hermano gemelo de Luke?” Preguntó Emily, su voz apenas un susurro.

Advertisement
Advertisement

Margaret asintió, con los ojos llenos de lágrimas. “Sí, Emily. George… su verdadero nombre es Jacob. No tuve más remedio. No podía cuidar de los dos y creía que estaba haciendo lo mejor. Pero nunca dejé de pensar en él. Nunca dejé de preguntarme dónde estaba, qué le había pasado”

Advertisement

A Emily se le cortó la respiración. Era demasiado para asimilarlo. ¿Cómo era posible? El hombre que había estado con ella en el crucero, que se parecía tanto a Luke… era el hermano gemelo de Luke, el que ella nunca supo que existía. Margaret se sentó junto a Emily, con las manos apoyadas en la mesa.

Advertisement
Advertisement

“No te lo dije antes porque no quería sacar a relucir viejos dolores, pero ahora… después de todo lo que has pasado… creo que es hora de que sepas la verdad”. Emily parpadeó, conteniendo las lágrimas, y la habitación le dio vueltas al darse cuenta. Dejó escapar un suspiro tembloroso. “¿Está bien si hablo con él? ¿Si le pregunto sobre todo esto?”

Advertisement

Margaret se secó los ojos, con el rostro serio pero amable. “Creo que es hora de que lo conozca, Emily. Creo que debería saber la verdad. ¿Podrías invitarlo a cenar algún día, diciendo que es para conocerte?” Hizo una pausa, con la voz cargada de emoción. “No sé cómo se sentirá al respecto, pero creo que todos necesitamos encontrar un cierre. Se merece saber quién es realmente”

Advertisement
Advertisement

Los días siguientes a su conversación con Margaret fueron borrosos para Emily. No podía dejar de pensar en todo lo que había pasado, y el peso de las palabras de Margaret se repetía una y otra vez en su mente. George merece saber quién es realmente.

Advertisement

Emily no estaba segura de qué esperar de una reunión con él, pero la idea de traer por fin al redil al hermano perdido de su difunto marido le parecía lo correcto. A la mañana siguiente, sentada en la mesa de la cocina, redactó nerviosamente el mensaje para George.

Advertisement
Advertisement

Le explicó que significaría mucho para ella que se uniera a la cena, ya que tenía muchas preguntas que hacerle. Emily no estaba segura de si éste sería el comienzo de un nuevo capítulo o sólo otro encuentro incómodo, pero sentía que era la única manera de seguir adelante.

Advertisement

Después de enviar el mensaje, Emily colgó el teléfono y trató de concentrarse en su día, pero su mente seguía divagando. Se encontró de pie frente a un espejo, ajustándose la ropa y pensando en lo que estaba haciendo.

Advertisement
Advertisement

¿Era demasiado? Tenía muchas preguntas. ¿Estaría preparado George para conocer a Margaret? ¿Estaría dispuesto a conocer su pasado? El zumbido de su teléfono la sacó de sus pensamientos.

Advertisement

Era una respuesta de George. Me parece bien. Estaré allí esta noche. Se sintió aliviada al leer el mensaje. Estaba dispuesto a hacerlo. Tal vez, sólo tal vez, esto podría ser un nuevo comienzo para todos ellos.

Advertisement
Advertisement

Más tarde esa noche, George llegó a la casa de Margaret, parecía un poco nervioso, pero sonrió cálidamente cuando vio a Emily en la puerta. “Hola, he llegado. Espero no llegar tarde”, dijo con una ligera risita en la voz. Emily le devolvió la sonrisa.

Advertisement

“Llegas justo a tiempo. Pasa” Los tres se sentaron a cenar en el acogedor comedor. Margaret había preparado una de las comidas favoritas de Luke, un pequeño gesto de consuelo en medio de tantas preguntas sin respuesta.

Advertisement
Advertisement

El aire estaba cargado de expectación, pero también de un entendimiento tácito: se trataba de algo más que una comida. Se trataba de reconciliación, de encontrar una conexión que se había perdido durante tanto tiempo. Tras los primeros bocados, la conversación empezó a fluir con más facilidad. George le preguntó a Emily por su vida, por su tiempo con Luke y por los recuerdos que compartían.

Advertisement

Pero entonces, Emily desvió la conversación hacia la infancia de George. “Háblame de tus primeros años”, le preguntó Emily con voz suave. “¿Cómo fue tu infancia? Sé que dijiste que eras adoptado” George dudó un momento antes de responder. “Tuve mucha suerte. Tuve unos padres adoptivos estupendos, gente que se preocupaba mucho por mí”

Advertisement
Advertisement

“Siempre supe que era adoptado, pero nunca sentí que me faltara nada. Mi vida era buena. Tenía un hogar. Pero… siempre tuve esa sensación, ¿sabes? Como si me faltara algo, como si hubiera una parte de mí que no acababa de entender” Margaret había estado escuchando en silencio, con la mirada fija en sus manos.

Advertisement

Tras una larga pausa, levantó la vista, con los ojos llenos de lágrimas no derramadas. “¿Recuerdas el nombre del orfanato en el que estuviste, George?”, preguntó, con la voz cargada de emoción. George la miró y asintió lentamente. “Sí, ¿era el orfanato de San Alguien?”

Advertisement
Advertisement

“Nunca había pensado mucho en ello hasta ahora, pero siempre me he preguntado por mi familia biológica. Supongo que por eso todo esto es tan abrumador para mí, tratando de darle sentido a todo”

Advertisement

La cara de Margaret se arrugó mientras susurraba, casi demasiado bajo para oírla: “St. Mark’s…” George se quedó helado, con el ceño fruncido por la confusión. “Espera… ¿cómo lo sabes?”, preguntó, con la voz tensa por el repentino cambio en el aire.

Advertisement
Advertisement

Las lágrimas de Margaret se derramaron mientras asentía. “Porque soy tu madre. Tuve que entregarte, George. No podía quedarme contigo. Tu padre se fue y yo me quedé sola, intentando criar a dos bebés. Estaba sola y no tenía ni idea de lo que podía hacer por vosotros dos”

Advertisement

“Pensé que entregarte sería lo correcto. Pensé que tendrías una vida mejor… Pero nunca dejé de pensar en ti. Nunca dejé de preguntarme si estabas bien” El rostro de George se suavizó, su expresión era una mezcla de sorpresa y comprensión.

Advertisement
Advertisement

“Yo… nunca lo supe. Siempre pensé que era uno de tantos chicos del sistema, una cara más perdida entre la multitud.” “Nunca pensé que tuviera una familia de verdad. Pero oírte decir eso… ahora tiene sentido”

Advertisement

Margaret se levantó despacio, con las rodillas crujiendo por la edad. Se acercó a un armario y sacó una caja pequeña y desgastada. La abrió con cuidado y vio una fotografía descolorida de dos niños, uno de pelo castaño oscuro y otro con rizos algo más claros.

Advertisement
Advertisement

Eran bebés, acostados uno al lado del otro en una cuna de hospital, con las manitas juntas. “Este eres tú, George”, dijo Margaret con voz temblorosa. “Y éste es Luke. El día que naciste” George se quedó sin aliento al mirar la foto. A Emily se le llenaron los ojos de lágrimas mientras los miraba.

Advertisement

Nunca había imaginado que ese momento sería tan emotivo, tan fuerte. Ver a Margaret y a George compartir ese momento, la comprensión y el dolor, era sobrecogedor. Margaret se volvió hacia George, con la voz quebrada. “Lo siento mucho, Jacob. Nunca quise abandonarte. Pero no tuve más remedio.

Advertisement
Advertisement

Pensé que tendrías una vida mejor, una vida que yo no podía darte. Y he llevado ese dolor conmigo todos los días” George extendió la mano, tirando de Margaret en un cálido abrazo. “Lo entiendo, Margaret”, susurró. “Sé que no querías. Y estoy bien. He tenido una buena vida. Pero me alegro de que nos hayamos encontrado ahora. Me alegro de que estés aquí”

Advertisement

Se abrazaron un momento y Emily se secó las lágrimas, sintiendo que la invadía una sensación de paz. Lo había conseguido. A medida que avanzaba la noche, siguieron hablando, compartiendo recuerdos, historias y disculpas. Cuando se separaron, todos se habían entendido.

Advertisement
Advertisement

George prometió volver a visitarla, mantenerse en contacto y seguir estrechando la relación con Margaret y Emily. Cuando Emily se quedó en la puerta, viendo a George marcharse, no pudo evitar una sensación de satisfacción.

Advertisement

Había perdido a Luke, pero ahora había ganado algo que nunca pensó que ganaría: una conexión con el hombre que había perdido, con un miembro de la familia que nunca supo que existía. Era una paz agridulce, pero paz al fin y al cabo.

Advertisement
Advertisement